Historia del mundo insólito

El mes de agosto en Valencia capital era insoportable. El calor que hacía en cualquier sitio que no fuese debajo de un ventilador o del aire acondicionado hizo que no pudiera pensar con fluidez. Por lo que debido a la falta de aire fresco en casa decidí ir a la biblioteca a intentar finiquitar algunos textos que tenía enquistados desde hacía un buen tiempo.

Una vez allí me sorprendió que estuviese casi al completo, pero tras pararme a reflexionar unos segundos di con la razón: aunque Bolonia quisiese acabar con el “salvador” septiembre en sus nuevos grados, aún quedaban bastantes estudiantes de la vieja escuela. Motivo que no me impidió encontrar sitio al final del pasillo. Aquel en el que la mayoría de los tímidos no suelen encontrar porque para ello deberían pasar por las inquisidoras miradas de las decenas (aunque en esas ocasiones parecen miles o millones) de personas que ya tienen su sitio y que lo protegen como si fuese su fuerte. Y de esos que miran analizando quién es el nuevo morador, o de aquellos a los que sólo les interesa mirar y por eso han ido a la biblioteca. Pero sin duda alguna los primeros son los peores, aquellos que te miran como diciendo ¡este es mi sitio y no me lo vas a robar!Tú, sinvergüenza, que has llegado a las 11 de la mañana y yo llevo desde las 8 menos 10 en la puerta esperando a que abrieran para conseguir mi deseado sitio, y que por lo tanto, es mío, ¡MÍO!. Me pertenece y lucharé por él con mi vida, así que aparta tus ojos y marcha de aquí, que éste, es territorio ocupado. Ante tal avasallamiento, mi respuesta fue agachar la cabeza, poner cara de no haber roto nunca un plato, hacer el menor ruido posible, e intentar buscar ese trono que me aguarda en algún lugar.

Y como antes adelanté, al final del pasillo estaba, en la primera planta, en el ala izquierda y en el pasillo así mismo de la izquierda. En el departamento de humanidades, sección de filosofía, te encontré, porción de mesa mía.

Allí estaba yo, siendo de nuevo analizada por las otras tres personas que poblaban la mesa, dos chicas y un chico, y yo estaba con una amplia sonrisa ¡había encontrado sitio sin tardar mucho, y lo mejor , ¡había un enchufe para mi portátil! ¡qué más podía pedir!

Así que saqué mi portátil, mi cargador y el alargador (ahora me alegraba de haberlo metido en el bolso) y me dispuse a enchufarlo, si ahora lo dejaba todo preparado no tendría que molestar dentro de cinco minutos a nadie, pensé.

Pero tras analizar cuál era el recorrido que debía llevar el cable, comprobé que el enchufe ¡no entraba! ¡maldición!. El macho de mi ordenador era demasiado grande para la hembra de la biblioteca. Así que tras intentarlo repetidas veces, pasé a probar con el enchufe del cable corto, y efectivamente, entraba. Ahora el problema es que desde donde estaba sentada necesitaba el alargador… y le eché una mirada al chico, que era el que estaba más cerca del enchufe diciéndole por favor, apiádate de mi y déjame ese sitio, ¡te estaré agradecida toda la mañana!. Pero el chico apartó la mirada y sacó más papeles. Así que me acerqué a mi bolso, tras las atentas y amenazadoras miradas del resto que decían ¡párate ya!. Decidí gastar la poca batería que me quedaba y más tarde acercaría el mac al enchufe y lo dejaría allí cargando.

Una vez encendido llegó el martirio de “sólo hay una raya de conexión a internet” el martirio es que para cargar una página necesitaba al menos 8 minutos y yo tenía unos 15 de batería… y necesitaba acceder a mi blog, ya que era indispensable copiar los textos que tenía en borradores.

Así que para no pensar en ello preferí fijarme en los nombres de los libros que estaban a mi alrededor. Eran fascinantes, “negritud y humanismo” ¿?, “los libros prohibidos”, “la revelación del futuro”, “el acceso al ser”, “los signos del zodiaco y el amor” (como si el editor se avergonzara o intentara ocultar el hecho de que los signos de los que hablaba el libro eran de “el zodiaco” había hecho que estas palabras estuviesen a una letra mucho menor, sin duda había que prestarle atención para leerlo). Y en la fila de abajo, el que más me atrajo, un amor a primera vista, sentí como que me estuviese llamando, como si se tratase de un diamante de 50 kilates, del escorpión de Jade, o del corazón de Santa Teresa de Jesús, era: “Historia del mundo insólito”

Aquel libro palpitaba, parecía encontrarme en una escena de Amelie… Aquel objeto, sin duda, me llamaba. Y yo no podía dejar de escuchar sus cantos de sirena, así que adiós al ordenador y a los textos, prefería desempolvar aquellos otros. Además, aquel libro parecía estar protegido por la “Gran biblioteca Marín” ya que el tomo 2 estaba a su izquierda y el 3 a su derecha, no había rastro alguno del primer volumen y los habían colocado sin duda intencionadamente.

A todo esto la chica de enfrente me miraba con cara de: “mira esta tía que ha venido a pasar el tiempo mientras yo intento memorizar la vida de las bacterias y los protozoos” (lo de esos microorganismos, si es que lo son, fue lo único que me dio tiempo a leer de sus papeles). La historia del mundo insólito sin duda alguna tenía mucha más gracia que todos sus apuntes juntos, y yo me debatía entre levantarme o no a por él.

En esos momentos tenía miedo de la decepción que me podía provocar abrirlo y ver que se trataba de un bodrio, mis expectativas estaban tan altas…. pero en un momento de envalentonamiento levanté mi cuerpo, alargué mi brazo y lo puse sobre mis manos, era mío. Lo puse sobre la mesa y me dispuse a inspeccionarlo minuciosamente. No sé si sería la emoción… pero aquella tapa parecía tener 100 años o más, y en la primera página ponía en letras mayúsculas de tamaño 24, por lo menos, “NO SE PRESTA” y en letras más pequeñitas “sólo para consulta en sala”. Aquello sin duda era la prueba del tesoro que tenía entre mis manos.

La segunda página me resolvía el misterio de los libros escoltas, ya que en la parte superior derecha se podía leer “Gran biblioteca Marín” (¡acabáramos! dije para mis adentros). Debajo estaba el sello de la biblioteca pública provincial de Valencia, y más abajo a la izquierda de nuevo el título. En el medio de la parte superior alguien había escrito con lápiz una misteriosa hache.

Me sentía como si tuviese entre mis manos “la gran revelación”: un libro que había sido custodiado por una orden masónica durante varios siglos, hasta que unos monjes se lo llevaron a cambio de una enciclopedia de la que sólo había dos ejemplares más en todo el mundo. Luego los masones se dieron cuenta de que el suyo tenía mucho más valor. El libro comenzó a moverse por toda España para que éstos no lo encontraron, y el momento en el que estalló la Guerra Civil estaba en esta biblioteca, que antes de serlo fue hospital de campaña y antes monasterio. El hecho es que el monje jesuita (jesuita por lo de que se dedican a la educación y esas cosas…) que se encargaba de su custodia lo enterró en una gruta situada debajo del monasterio a la que pretendía regresar una semana después, era el único que sabía su ubicación, pero fue capturado y torturado. Le realizaron unas torturas que le inhabilitaron del uso de la razón para el resto de sus días, 20 años más tarde se iría con el secreto a la tumba. Hasta que el Ayuntamiento de Valencia decidió rehabilitar el hospital y convertirlo en la actual biblioteca. Fue durante la rehabilitación cuando hallaron en el patio restos de una gruta, más tarde una arqueóloga certificaría que se trataba de una gruta romana y en la que había encontrado diferentes objetos, entre ellos, el libro.

La biblioteca lo hizo parte de su colección y por eso había llegado a mis manos. Lo triste fue que al encontrar el año de edición toda mi historia cayó derrumbada como un castillo de naipes. Ponía de forma clara y concisa: Editorial Marin, S.A – 1973. Pero aunque pusiera eso yo sabía cuál era la verdad verdadera.

Aún así, continuaba interesada en el libro. Y al pasar las páginas mi expectación no hacía nada más que crecer. El motivo fue que la historia del mundo insólito reproducía unas extrañas ilustraciones de seres complicados de definir, de otros a caballo entre humanos y cabra muy peludos que representaban la maldad, ya que se comían a los únicos reconocibles 100%, los hombres, el cuadro parecía representar diferentes niveles de un infierno en el que también se practicaban diferentes tipos de torturas.

Pasadas las páginas de ilustraciones vino el índice e indicaba algo nuevo, era el índice del volumen 1, así que por lo menos, debía de existir otro tomo. En este se trataba de “el mundo de la magia”, “brujería”, “demonología”, “posesión y chamanismo” y “parapsicología, ciencia de lo inexplicable”.

Y hasta ahí me dio tiempo a leer, puesto que me llamaron al móvil desde un número oculto y salí a atenderlo, y una vez fuera me colgaron… y al volver, ya no estaba el libro. Le pregunté a los de la mesa y me dijeron que se lo había llevado el bibliotecario. Fui en busca de él, y cuando le encontré, (no me fue muy complicado hacerlo, ya que era un octogenario que arrastraba el carro de los libros haciendo bastante ruido) me dijo que se lo había llevado otra persona a la que no sabría describir. Llena de furia busqué en todas las mesas, ahora, los que la protegían con su vida me miraban con cara de corderos degollados al ver mi ojos encendidos. El caso es que no encontré rastro de él, en ninguna librería y en ninguna mesa.

No volví a saber nada más de él.

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